Este primer sábado de julio se conmemoró el Día Internacional de las Cooperativas bajo el lema: «Las cooperativas y la acción por el clima»; impulsado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), portavoz de las cooperativas en todo el mundo. La ACI se fundó en 1895 en Londres, en el marco del Primer Congreso Cooperativo, con el fin de promover el modelo que hoy se fortalece, siendo que los miembros de las cooperativas representan al menos el 12% de la humanidad.
En la Argentina, según datos del INAES, hay habilitadas 7300 cooperativas, con 18.488.300 asociados a ellas. El dato a destacar es que casi el 45% de la población de nuestro país tiene algún vínculo con alguna empresa asociativa de la economía social. Las Cooperativas y Mutuales tienen más de 230.000 empleados en relación de dependencia y las Cooperativas de Trabajo cuentan con más de 127.000 trabajadores asociados. Se dice que este modelo económico maneja algo así como el 10% del PBI nacional.
Definitivamente el sector tiene un importantísimo peso productivo (el tema Vicentin es reflejo de ello), lo que sin dudas coadyuvó para que el presidente de la Alianza Internacional, Ariel Guarco, sea compatriota. Electo prácticamente por unanimidad en noviembre de 2017, en la asamblea general realizada en Kuala Lumpur, Malasia, llegó allí a partir de su trayectoria e inserción en la Cooperativa Eléctrica de Coronel Pringles, una pequeña ciudad en el sur de la Provincia de Buenos Aires. Hoy forma parte Directorio del INAES.
La Pandemia por Covid 19 y sus consecuencias ya palpables, nos obliga a reflexionar sobre qué distinta sería nuestra sociedad, su esquema distributivo y su vinculación con el ambiente, si casi la mitad de la población del país que hoy se encuentra formando parte del sector asociativo, tomara en cuenta en su modo de vida cotidiano ese espíritu solidario y colaborativo del movimiento cooperativo. Qué importante sería decidir emprender todos los días los procesos productivos desde un enfoque amigable con la naturaleza, en un paradigma diferente a la voracidad del mercado hoy en agónica crisis. Cuán relevante resulta visualizar que todo ese sistema asociativo, de ningún modo implica elaborar menos o con menos márgenes, sino muchas veces por el contrario, con resultados mucho más eficientes y sustentables. Pareciera que en esas instituciones pensadas en el Siglo XIX, puede estar el brote de una nueva sociedad post pandemia.
Un aspecto relevante al que esta pequeña columna quisiera referirse en este mes del cooperativismo internacional, y recogiendo el guante del tema para este año referido al clima, es la potencia e importancia superlativa que las políticas públicas locales y las acciones de proximidad llevadas adelante por numerosas ciudades y gobiernos municipales, tienen al respecto. Cuando hablamos de “Cambio Climático”, necesariamente debemos pensar en soluciones locales a un problema global.
A su vez, es un hecho de la realidad, que por lo general las cooperativas tienen muchísimo desarrollo en las ciudades pequeñas o intermedias, siendo el principal motor de la localidad, principalmente en muchos pueblos de nuestro interior provincial. En cada ciudad, existe la cooperativa de servicios públicos, las cooperativas de trabajo, los clubes y sociedades de fomento, alrededor de las cuales se aglutinan las fuerzas vivas generadoras de transformaciones reales.
Es allí, desde la fuerza concreta de lo local, donde el cooperativismo puede realizar su principal aporte a la mitigación del problema del Cambio Climático. Si entendemos que la mitigación implica modificaciones en las actividades cotidianas de las personas y en las actividades económicas, con el objetivo de lograr una disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero a fin de reducir o hacer menos severos los efectos del cambio climático, las cooperativas son sin duda herramientas ideales para articular esas actividades y ordenarse como la sociedad de la post pandemia.
Tal vez lo que falta es tan solo poder hacer hincapié en la articulación de acciones que ya se vienen desarrollando en los territorios. Imaginamos, entre otros, dos ejes y herramientas institucionales: 1) Las Mesas de Fomento del Asociativismo y de la Economía Social, impulsadas por el INAES en todo el país, con el objetivo de promover el asociativismo, la cooperación y la ayuda mutua como herramientas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Devolver al pueblo la capacidad de tomar decisiones y ejecutar iniciativas que inciden sobre su vida. Lograr que las comunidades locales identifiquen al espacio asociativo como el instrumento más idóneo para alcanzar los objetivos de bien común y de sostenibilidad económica, social, humana y ambiental; 2) Lo que se viene desarrollando desde la Red Argentina de Municipios Contra el Cambio climático (RAMCC): Una coalición de 217 municipios argentinos que coordina e impulsa planes estratégicos para hacer frente al cambio climático. Sosteniendo el compromiso con la acción climática, enmarcado en los objetivos del Pacto Global de Alcaldes por el Clima y la Energía (GCoM por sus siglas en inglés), el GCoM aborda tres aspectos de la acción climática: la mitigación del cambio climático, la adaptación a los efectos adversos y el acceso universal a energía segura, limpia y asequible.
Resulta innegable que es en las ciudades, en los municipios y comunas donde se discuten los grandes temas que atañen al ambiente y la acción por el clima: Transporte, este sector es uno de los grandes emisores de GEI a través del uso de combustibles fósiles; Industria, el empleo de tecnologías más limpias en el sector industrial provoca no sólo una reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero, sino también de otros tipos de contaminantes no necesariamente ligados con el cambio climático; Gestión de los Residuos Domiciliarios (RSU), con la separación en origen, reciclado, compostaje, etc.
Tampoco se discute que, por otro lado, las cooperativas representan un aglomerado de pequeñas y medianas empresas asociativas y experiencias sociales que se encuentran entre las iniciativas más innovadoras en la construcción de propuestas para producir respuestas desde una manera mucho más eficaz y sustentable.
El cooperativismo, desde su origen, tiene como base un valor esencial: la satisfacción de las necesidades de las personas y la consecución del bien común a partir de esfuerzos compartidos. Las cooperativas son sociedades de personas que se unen de forma voluntaria para afrontar sus necesidades comunes por medio de una empresa conjunta y que se gestionan de forma democrática.
Es en este entendimiento, y dado el actual contexto de emergencia sanitaria mundial y local, que se vislumbra la vital importancia de la puesta en valor de la organización cooperativa a fin de enfrentar las consecuencias económicas y sociales que padecemos los cordobeses.
Es por ese cauce donde deben transitar las políticas públicas impulsadas desde todos los niveles del Estado para el fortalecimiento del sector, poniendo en valor los incentivos vinculados a aquellos gobiernos locales que faciliten emprendimientos asociativos, comprometidos en el aporte de acciones concretas y sustentables respecto al cambio climático y la Agenda 2030, a partir de la integración horizontal de la sociedad.